|A| |dR|eAm| |Is| |FoR|eV|eR|
En algún lugar de la mente… Un frió encrudece el ambiente, la gélida corriente vuela imparable para arrasar con los calidos corazones y cristalizar reinos enteros. Entre el clima se idealiza un cielo oscuro, lleno de densas nubes de un gris profundo, en un diáfano hueco de esa vasta cortina de nubes se vislumbra una tímida luna, como intentando huir de la maledicencia. En la contraparte del escenario, una llana e infinita planicie. Ahí se muestran señas donde se había recreado una batalla, una guerra infame y vergonzosa, una lucha de poderes entre la luz y la oscuridad.
Sobre la imagen comienzan a surgir sombras que se van materializando en algo más corpóreo sobre la llanura. Entre los caídos sobre la terracería se alcanza a distinguir: águilas, aun con su plumaje erizado y alas extendidas; leones, dejando ver sus fauces con un ímpetu feroz, con sus garras amenazadoras clavadas sobre el piso; serpientes de mirada de fuego, con sus colmillos desafiantes, estos mismos clavados en lo que parece ser un intento por arrancar los ojos de un niño agonizante, un niño que se aferra a la placenta y entrañas de su madre con un dolor inefable; su madre, la cual destrozada y desgarrada por una cuarteta de arpías no pudo evitar aquel acto tan abyecto, ruin y miserable.
En ese mismo plano, brujas llenas de perversión y lujuria, con escalofriante sonrisa, se ven compartir la tierra con querubines de ojos acuosos y misericordiosos. Sin brazos, piernas o cabezas. Rodeándolos están cuerpos de los que parecen ser gitanos, mismos que atravesados por lanzas, flechas o espadas hacen ver el comienzo de este infierno.
Siguiendo el tortuoso y desalmado panorama se divisa un dragón con semblante demoníaco. Una espada de cristal hundida sobre su inmenso ojo izquierdo y otra espada - de fuego - que corto mitad de su garganta hacen reconocer su muerte. En el ojo derecho se vislumbra aun un fuego fatuo, pero no por eso con menos furia y terror. De su nariz aun emana ligeras exhalaciones de humo con olor a azufre y muerte. Sus alas y su inconcebible cuerpo descansan sobre miles de cadáveres ahogados o estallados por el peso del titán. Abrazado a su cola esta una figura rara, un hombre de apariencia apabullante, altura bestial. Sus brazos sostienen más de la mitad de la cola del dragón. Su garganta vocifera su propia impotencia ante el mastodonte, en su mirada aun se transmite rabia y sed de venganza. Se notan toda clase de cicatrices e imperfecciones a lo largo y ancho de su rostro, su labio colgante, su nariz quebrada, su ojo sangrante, su frente abollada, como golpeado por grandes mazos y piedras. En la espalda 2 grandes cicatrices que claman por un par de orgullosas alas hacen más místico aquel personaje.
Siguiendo por el pasaje de cadáveres hay grandes sapos inmundos, panteras repugnantes, incubos pestilentes, seres de doble sexo, hombres con manos y pies de seis o siete dedos, hipocentauros, dracontópos, minotauros, caballos blancos, hienas, unicornios, culebras, bicéfalos, mantícoras, buitres, gárgolas, parandrios, escorpiones, pegasos, lagartos, lobos, monos, cinocéfalos, hidras, cisnes, leopardos, linces, salamandras; todos desgarrados, con partes faltantes o en su total entereza, pero todo y sin excepción con un color de dolor, angustia y pesadumbre.
Perdidos en la soledad de la sangre y el dolor, un glorioso guerrero de hielo y una hermosa mujer alada, presas del terror, parecen querer olvidarse de ese intenso ritual de terror por medio de su lujuria. Aun se encontraban unidos y desnudos - lo que sobraba de ellos-, devorados y muertos por un enorme perro de 2 cabezas llameantes, lengua asfixiante, dentadura de acero y visión astillante; el cual a su ves, callo muerto por una violenta lluvia de flechas y esferas de fuego, al los pies de aquel gran ejemplo de amor puro.
En lontananza se ve todavía un mar de sangre por donde nadan trozos de cuerpos despedazados, órganos y armas disipados por todas partes: pies, manos, martillos, dedos, mazos, cabezas, arcos, orejas, miembros masculinos, escudos, alas, ojos, ballestas, tripas, dentaduras, lanzas, torsos, cascos, cuernos, armaduras, arcos, corazones, espadas, sesos, hachas, pulmones, flechas, lenguas, esqueletos carbonizados, caras de horror y estupefacción, aquí todo fue muerte y destrucción.
Allá, en la oscuridad, entre el humo y la putrefacción que dejo el caos, siguiendo la senda de cadáveres, se abre una enorme concavidad, un inmenso boquete donde entra una viscosa y traslucida sustancia. Allí, unas botas chapotean sobre una mezcla entre lágrimas de Ángeles y sangre séptica de demonios.
Ahí, algo nace… crece desde las botas, es una figura masculina, sus ropas rotas, su armadura quebrada y deshecha. En sus ojos tristes, llenos de angustia y dolor se esconde un soberbio y altivo guerrero, su casco rompe el viento y el viento seca sus lágrimas. Mientras la violencia roe su mente, camina serena y silenciosamente hasta un grupo de rocas bañadas por sangre y lagrimas. Sube orgulloso. Rodea con su mirada las tierras donde alguna vez todo fue amor, belleza y pasividad. Hoy… ahora todo huele a odio, muerte y venganza. Después de contemplar largo rato el panorama es sobrecogido por el estupor y con mirada exaltada ante la barbarie, como si fuera ignorante del papel que acababa jugar en el remoto y portentoso lugar, cae de rodillas por la tristeza de su corazón. Impotente de poder salvar lo que alguna vez formo parte de su vida, toma su espada, brilla por un haz de luz que la encuentra en la oscuridad, la alza en lo más alto de los cristalinos cielos. Sabe cual es su destino y que no podrá luchar contra pelear contra su antiguo pecado, lanza un alarido que estalla en el cosmos. Clava lentamente su espada en el centro de su corazón y desgarra su alma, cae de bruces al tiempo mismo que cierra sus ojos desesperanzados y se detiene su respiración. Las montañas, valles, ríos y bosques lloran al viento por el poderío, valentía y orgullo de su rey. La luna suspira su muerte y los dioses lo emancipan y claman por su deceso.
El lamento de héroes retumba en los cielos y la fiereza de los demonios debaten en gritos de imposición por el cosmos. Portales góticos llenan de tristeza y maldición las tierras que algunas ves pintaron en verde y amarillo la belleza del valle. Sodomía, pestilencia, tortura y derramamiento de sangre es lo que ha traído esta temible batalla. Ni la unión de sabios hombres con reyes, magos, señores de dragones, trolls, elfos y Ángeles pudieron traer un nuevo orden a la luz. En las páginas sangrantes de la historia esta grabada este oscuro relato. Pero aquí, la legenda sobrevivirá y en el épico horizonte, el sol… llamara a una nueva esperanza!
Sobre la imagen comienzan a surgir sombras que se van materializando en algo más corpóreo sobre la llanura. Entre los caídos sobre la terracería se alcanza a distinguir: águilas, aun con su plumaje erizado y alas extendidas; leones, dejando ver sus fauces con un ímpetu feroz, con sus garras amenazadoras clavadas sobre el piso; serpientes de mirada de fuego, con sus colmillos desafiantes, estos mismos clavados en lo que parece ser un intento por arrancar los ojos de un niño agonizante, un niño que se aferra a la placenta y entrañas de su madre con un dolor inefable; su madre, la cual destrozada y desgarrada por una cuarteta de arpías no pudo evitar aquel acto tan abyecto, ruin y miserable.
En ese mismo plano, brujas llenas de perversión y lujuria, con escalofriante sonrisa, se ven compartir la tierra con querubines de ojos acuosos y misericordiosos. Sin brazos, piernas o cabezas. Rodeándolos están cuerpos de los que parecen ser gitanos, mismos que atravesados por lanzas, flechas o espadas hacen ver el comienzo de este infierno.
Siguiendo el tortuoso y desalmado panorama se divisa un dragón con semblante demoníaco. Una espada de cristal hundida sobre su inmenso ojo izquierdo y otra espada - de fuego - que corto mitad de su garganta hacen reconocer su muerte. En el ojo derecho se vislumbra aun un fuego fatuo, pero no por eso con menos furia y terror. De su nariz aun emana ligeras exhalaciones de humo con olor a azufre y muerte. Sus alas y su inconcebible cuerpo descansan sobre miles de cadáveres ahogados o estallados por el peso del titán. Abrazado a su cola esta una figura rara, un hombre de apariencia apabullante, altura bestial. Sus brazos sostienen más de la mitad de la cola del dragón. Su garganta vocifera su propia impotencia ante el mastodonte, en su mirada aun se transmite rabia y sed de venganza. Se notan toda clase de cicatrices e imperfecciones a lo largo y ancho de su rostro, su labio colgante, su nariz quebrada, su ojo sangrante, su frente abollada, como golpeado por grandes mazos y piedras. En la espalda 2 grandes cicatrices que claman por un par de orgullosas alas hacen más místico aquel personaje.
Siguiendo por el pasaje de cadáveres hay grandes sapos inmundos, panteras repugnantes, incubos pestilentes, seres de doble sexo, hombres con manos y pies de seis o siete dedos, hipocentauros, dracontópos, minotauros, caballos blancos, hienas, unicornios, culebras, bicéfalos, mantícoras, buitres, gárgolas, parandrios, escorpiones, pegasos, lagartos, lobos, monos, cinocéfalos, hidras, cisnes, leopardos, linces, salamandras; todos desgarrados, con partes faltantes o en su total entereza, pero todo y sin excepción con un color de dolor, angustia y pesadumbre.
Perdidos en la soledad de la sangre y el dolor, un glorioso guerrero de hielo y una hermosa mujer alada, presas del terror, parecen querer olvidarse de ese intenso ritual de terror por medio de su lujuria. Aun se encontraban unidos y desnudos - lo que sobraba de ellos-, devorados y muertos por un enorme perro de 2 cabezas llameantes, lengua asfixiante, dentadura de acero y visión astillante; el cual a su ves, callo muerto por una violenta lluvia de flechas y esferas de fuego, al los pies de aquel gran ejemplo de amor puro.
En lontananza se ve todavía un mar de sangre por donde nadan trozos de cuerpos despedazados, órganos y armas disipados por todas partes: pies, manos, martillos, dedos, mazos, cabezas, arcos, orejas, miembros masculinos, escudos, alas, ojos, ballestas, tripas, dentaduras, lanzas, torsos, cascos, cuernos, armaduras, arcos, corazones, espadas, sesos, hachas, pulmones, flechas, lenguas, esqueletos carbonizados, caras de horror y estupefacción, aquí todo fue muerte y destrucción.
Allá, en la oscuridad, entre el humo y la putrefacción que dejo el caos, siguiendo la senda de cadáveres, se abre una enorme concavidad, un inmenso boquete donde entra una viscosa y traslucida sustancia. Allí, unas botas chapotean sobre una mezcla entre lágrimas de Ángeles y sangre séptica de demonios.
Ahí, algo nace… crece desde las botas, es una figura masculina, sus ropas rotas, su armadura quebrada y deshecha. En sus ojos tristes, llenos de angustia y dolor se esconde un soberbio y altivo guerrero, su casco rompe el viento y el viento seca sus lágrimas. Mientras la violencia roe su mente, camina serena y silenciosamente hasta un grupo de rocas bañadas por sangre y lagrimas. Sube orgulloso. Rodea con su mirada las tierras donde alguna vez todo fue amor, belleza y pasividad. Hoy… ahora todo huele a odio, muerte y venganza. Después de contemplar largo rato el panorama es sobrecogido por el estupor y con mirada exaltada ante la barbarie, como si fuera ignorante del papel que acababa jugar en el remoto y portentoso lugar, cae de rodillas por la tristeza de su corazón. Impotente de poder salvar lo que alguna vez formo parte de su vida, toma su espada, brilla por un haz de luz que la encuentra en la oscuridad, la alza en lo más alto de los cristalinos cielos. Sabe cual es su destino y que no podrá luchar contra pelear contra su antiguo pecado, lanza un alarido que estalla en el cosmos. Clava lentamente su espada en el centro de su corazón y desgarra su alma, cae de bruces al tiempo mismo que cierra sus ojos desesperanzados y se detiene su respiración. Las montañas, valles, ríos y bosques lloran al viento por el poderío, valentía y orgullo de su rey. La luna suspira su muerte y los dioses lo emancipan y claman por su deceso.
El lamento de héroes retumba en los cielos y la fiereza de los demonios debaten en gritos de imposición por el cosmos. Portales góticos llenan de tristeza y maldición las tierras que algunas ves pintaron en verde y amarillo la belleza del valle. Sodomía, pestilencia, tortura y derramamiento de sangre es lo que ha traído esta temible batalla. Ni la unión de sabios hombres con reyes, magos, señores de dragones, trolls, elfos y Ángeles pudieron traer un nuevo orden a la luz. En las páginas sangrantes de la historia esta grabada este oscuro relato. Pero aquí, la legenda sobrevivirá y en el épico horizonte, el sol… llamara a una nueva esperanza!
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